CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Las campañas electorales en México no se entienden sin el lavado de dinero. Desde la caída del régimen del PRI en el 2000 esa ha sido la tónica de la “democratización”.
El Pemexgate que significó el traslado de fondos de la petrolera a la campaña presidencial del PRI y la triangulación internacional de recursos a Los Amigos de Fox abrieron el camino al pago de la campaña sucia de Felipe Calderón y a las tarjetas Monexgate en la campaña de Enrique Peña Nieto, ahora también bajo sospecha de haber sido fondeada con recursos ilegales de la brasileña Odebrecht.
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