MÉXICO, DF, 27 mayo (apro).- Pues sí, amable y paciente lector de la presente, en ese escenario internacional de y para la farsa que fue el Congreso de Viena, en el que los representantes de las cuatro potencias del momento lucharon por ver quién de entre ellos sabía mentir mejor, quién era el más hábil para engañar a los otros, hubo una sorpresa, ya que resultó vencedor, en ese entrevero de palabras excelsas y sórdidas acciones interesadas, el que menos posibilidades tenía, el que presentaba a la nación vencida, un hombre inteligente y ambicioso sin escrúpulos, connacional de servidor, un ser que carecía completamente de sentido moral y de respeto a sí mismo, el francés Talleyrand, obispo en el reinado de Luis XVI, luego clérigo renegado, presidente de la Asamblea revolucionaria, ministro durante el Directorio, el Consulado, el Imperio napoleónico, al servicio de los restaurados Borbones” a todos esos regímenes sirvió” y a todos traicionó” lo que fue natural en él, ya que estaba hecho de los mismos elementos de lo que soy, represento y soy símbolo” mas no es la biografía de Talleyrand la que quiero contarles. Sigo con lo que me importa demostrarles, como les he señalado anteriormente, que el mundo que estructuró y dejó de herencia el Congreso de Viena tiene puntos en común con la globalidad en que viven, conformada y regida mayormente por la visión empresarial de la historia. Veamos si es o no así. Si en el primero las esperanzadoras palabras de ayuda a los monarcas, defender el orden social, asegurar y mantener la paz sirvieron en realidad para enmascarar y así justificar y legitimar el principio de intervención, ¿qué pensar y cómo calificar a esa globalidad en la que viven, que con el pretexto de defender la democracia, los derechos humanos” y el sacrosanto libre mercado competitivo” admite y no se indigna mayormente contra una ideología que resueltamente justifica la llamada guerra preventiva, que en vías de hechos es capaz de legalizar chantajes, presiones de todas las clases y hasta llegar a agresiones para ahogar en la cuna el progreso o la independencia del país que en el futuro pueda dar sombra, económica, militar o de prestigio a una potencia de la actualidad; guerra preventiva que no retrocede ante la felona mentira” si la misma la hace parecer justa”
Así como el antes considerado derecho divino de los reyes” por aquello de que él mismo, como todo, de la Providencia viene” Derecho que por años fue guía y meta de la Santa Alianza, engendrada por el Congreso de Viena” Derecho, repito, ante el cual, la soberanía de los pueblos, de las naciones e incluso el individuo mismo poco o para nada contaban, pues eran más bien cosas que el poder real podía ceder, cambiar, comprar, vender o sacrificar arbitrariamente, según sus caprichos o necesidades” y en esa su globalidad ocurre lo mismo, ya que en ella la soberanía de las naciones, la voluntad de los ciudadanos, se subordina o se reduce hasta el punto de ser la sirvienta de la macroeconomía; ¿qué ocurre con el individuo”, ya lo saben: se le sujeta a las leyes del libre mercado competitivo, sea como productor o como consumidor, mercado donde el que tiene más saliva traga más pinole, como dice el refrán, así sea sobre el derecho de los otros.
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MÉXICO, D.F., 20 mayo (apro).- En modo alguno es una impertinencia o alarde de cinismo, estimados lectores, el que les pregunte si adivinaron quien es el que les escribe; más bien es una muestra de respeto hacia ustedes el pedirles que sepan la naturaleza de servidor de ustedes, que represento y de que soy símbolo, pues así tendrán la clave para mejor juzgar lo que les escribiré a continuación: que el mundo que conformó el Congreso de Viena, diseñado en la reunión en esa ciudad por los representantes de las grandes potencias del momento (El Reino Unido, Rusia, Austria y Prusia) y que dejó en herencia al mundo, tiene puntos en común con la globalización neoliberal en la que respiran, es decir, que ambas sociedades tienen algo” ¿qué digo”… ¡mucho tienen en común!… del espíritu y la materia de la que esta hecho servidor; o sea, que ambas sociedades han sido generadas y se basan en fingimientos, en apariencias de cualidades, en sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan.
Servidor ve al Congreso de Viena y a esa su globalidad neoliberal, como mundos paralelos en tiempos diferentes, mundos en que individuos y grupos minoritarios, tuvieron en el pasado y tienen en el presente la sartén por el mango, o sea, el poder de decidir; individuos y grupos de poder que fingieron en el mentado Congreso y fingen en la citada globalidad, lo que no eran ni son, ni sintieron ni sienten, es decir, que en una y otra sociedad, estaba y está regidas por minorías astutas y ambiciosas, por simuladores y disimuladores que dicen una cosa y sienten otra, o como dicen los moralistas: por seres y grupos de poder minoritarios que manipulan una doble moral, que aplican con diferentes varas por añadidura” todo según sus muy particulares intereses y privilegios ya establecidos o deseados.
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MÉXICO, DF, 13 de mayo (apro).- Lectores de toda mi consideración: servidor de ustedes les escribe la presente debido a que por estas fechas se cumplen 349 años de mi discutida estancia entre ustedes, pues mientras unos afirman que salí de la cabeza de mi padre” como Atenea de la de Zeus, completamente adulto y con todas mis facultades plenamente desarrolladas” la noche del 12 de mayo, otros aseguran que fue la del 9 del mismo mes y año de 1664. Tal vez a eso se deba que mi presentación y mi vida en ese su mundo no fuera fácil.
Inmediatamente de mi presentación en sociedad, ante un público minoritario pero muy privilegiado, fui objeto de enconadas críticas e incluso de desprecio, rechazo y hasta de odio, no faltando quien reclamó la hoguera para mi padre espiritual como anticipo del fuego del infierno al que iría por haberme hecho como me hizo; todo eso fue motivo para que fuera detenido, por lo que mi presentación ante públicos más extensos aunque mucho menos selectos no se llevara a cabo. Ese secuestro duró cinco años, al fin de los cuales, por decisión del rey, al que mi padre escribió pidiéndole gracia para mi persona, tuve permiso para mi presentación en sociedad a partir del 5 de febrero de 1669. Aclaro que la prohibición de presentarme ante públicos de los más diversos, tuvo por base la creencia de que mi padre espiritual me dio el ser con la intención de que fuera una irreverencia e incluso como una burla y hasta como una injuria, una blasfemia contra Dios, lo que no era verdad, pues no era más que una divertida sátira contra los farsantes, contra los individuos que simulan piedad para mejor disimular su feroz ego, su egoísmo, falsa piedad con la que incluso justifican a la misma cometiendo sacrilegio, lo quieran o no, ya que lo invocan pretendiendo hacer de Dios cómplice de sus muy personales y muy particulares intereses y privilegios.
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