PARIS (apro).- Llegaron sigilosamente el amanecer de ese 26 de noviembre. Eran pocos. No dijeron cuántos. Cargaban altas siluetas de cartón, unas con el rostro tapado por un pañuelo, otras sin caras dibujadas, unas con rasgos apenas esbozados.
Aceleraron el paso al meterse por la estrecha calle de Longchamp. Pararon ante el número 9 y a toda velocidad colocaron de pie las 43 siluetas apoyándolas contra las rejas negras, el portón de seguridad y los muros de la Embajada de México en Francia.
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