MIRILLA INTERNACIONAL / CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Donald Trump llegó a la presidencia de Estados Unidos como una locomotora a la que nada pudo detener. Arrasó con sus 17 contrincantes del Partido Republicano y se hizo de la mayoría de votos en el colegio electoral, derrotando así a la demócrata Hillary Clinton, pese a que ésta lo superó con casi tres millones de sufragios directos. Su partido ganó en las dos cámaras y sólo se espera que nomine al juez faltante en la Suprema Corte de Justicia, para que redondee su círculo de poder.
Agresivo, irascible y soez, durante su campaña abrió frentes por todas partes. Se confrontó no sólo con la oposición política, sino con la prensa, los organismos civiles, la academia, las agencias de seguridad, las instituciones nacionales e internacionales, varios gobiernos y, en fin, con cualquiera que discrepara de sus posturas. Pero mientras más atacaba, descalificaba y mentía, más adeptos iba ganando entre los estadunidenses que admiran a los “hombres fuertes”.
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