CIUDAD DE MÉXICO (apro).- A la periodista Miroslava Breach le quitó la vida un sicario, pero la mató también la indolencia del poder político y sus complicidades con el crimen, la narcopolítica ya enraizada en Chihuahua y en todo México.
Indigna el asesinato, pero también el desdén de Enrique Peña Nieto, a cuyo ejemplo se suman autoridades de toda jerarquía: Si el jefe de Estado roba, los demás saquean; si abusa del poder, otros reprimen; si esquiva muertes, unos más asesinan.
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