Cuando el ajedrez es aburrido

CIUDAD DE MÉXICO (apro).–Los empates en ajedrez nunca han sido bien vistos y se supone que lo que busca la afición son esas batallas sangrientas donde se dan “hasta con la cubeta”. Y entonces, cuando ocurre un empate soso, sin lucha, los ajedrecistas son criticados por su falta de esfuerzo en el tablero. Se esgrime además que si se quiere hacer el ajedrez comercialmente más atractivo, se requieren esquemas que impidan los empates o que al menos, los minimicen, porque como están las cosas, estos empates en el ajedrez de elite “duermen a un camello” y el ajedrez entero deja de ser atractivo para todos.

Rechazo absolutamente esta idea. La naturaleza del ajedrez tiene entre sus resultados el empate. Hay además, de empates a empates y no todos son aburridos o sin lucha. Por ejemplo, consideremos una de las  primeras partidas entre los grandes maestros Ding y Radjábov. Un empate en donde los jugadores siguieron una partida que ya habían jugado, en el gambito Marshall, que además, tiene fama de ser muy agudo pero que con la teoría moderna conocida y las herramientas defensivas que poseen los jugadores hoy día, suele llevar a empates anodinos.



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