En tres saltos, rumbo a Tokio

CIUDAD DE MÉXICO (proceso).- Alberto Álvarez no conocía el salto triple. Su cabeza estaba llena de futbol. Tres años antes había cambiado su natal Chetumal por Playa del Carmen, donde entrenaba en un equipo de Tercera División que le pagaba 5 mil pesos quincenales a cambio de calentar la banca. No importaba cuánto se esforzara entrenando. No era el favorito del director técnico. Su nombre no figuró nunca en el 11 titular.

Se concedió un día más esperando la oportunidad. Se prometió a sí mismo, y a su padre, que si en ese juego no alineaba le pondría punto a su amor por el futbol. No jugó ni un minuto. Empacó. Se subió al coche de su papá y regresó a casa con ganas de no hacer nada.



Adquiere una fotografía para ilustrar esta nota aquí