Montajes “macuspanianos”

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Parecería que para Andrés Manuel López Obrador los peores enemigos de México no son los criminales organizados, los narcotraficantes, los violadores de derechos humanos, los acosadores de mujeres, los corruptos del presente. Son los periodistas. Los críticos. Los que escudriñan al poder ahora como lo han hecho siempre. A ellos dedica más tiempo, atención, agresión y estrategias de distorsión. A ellos persigue con un ahínco que no ha demostrado contra Enrique Peña Nieto, contra el desaparecido Emilio Lozoya, contra los oligarcas que alguna vez señaló y ahora son beneficiarios de su gobierno. Gran parte de la furia presidencial se concentra en los medios y cómo lo cubren injustamente. Y ese enojo lo lleva a estigmatizar a quienes allanaron su propio camino a la Presidencia, evidenciando la podredumbre del PRIAN. Pero ya en el poder, distorsiona el papel del periodismo y lo concibe como un adversario a combatir y no como un contrapeso con el cual está obligado a coexistir.

Así lo detalla el último informe de Artículo 19, una organización cuyo trabajo AMLO antes citaba y ahora denuesta. Página tras página, plasma una estrategia de distorsión orquestada y diseminada por el propio presidente y su equipo. La deformación de la realidad a través del discurso. La manipulación de la realidad mediante la retórica. Un gobierno que no acepta, corrige y encauza un proceso que garantice y proteja la libertad de expresión y el derecho a la información. Un gobierno que se dice transformador pero conserva muchas de las peores prácticas de regímenes autoritarios que lo precedieron, como el uso de la publicidad oficial para comprar plumas y primeras planas. Con un elemento adicional, novedoso, pero letal: el uso de la mañanera como arma de gobierno, como foro de exhibición, como instrumento de la inquisición.



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